IEC92 – Conocer la ciudad es clave para intervenirla y generar plusvalía urbana

Por: Arq. Fernando Velarde (*)

(*) Arquitecto Fernando Velarde. Consultor inmobiliario. Más de 18 años de experiencia en el análisis del mercado urbano e inmobiliario en el Perú. Fundador de VeMás consultoría, una firma especializada n planificación estratégica y desarrollo inmobiliario. Creador del canal de divulgación por Youtube: Tablero inmobiliario.

La ciudad, lejos de ser un espacio estático, constituye un organismo dinámico en el que convergen historia, cultura, economía y costumbres. Su complejidad radica en que se expresa en distintas escalas -ciudad, distrito, barrio o urbanización- y en múltiples elementos, como vías, usos, nodos, hitos, bordes, factores geográficos y climáticos. Entender la ciudad implica, por tanto, leer sus dinámicas y la manera en que impactan en la vida cotidiana de las personas. En este marco, los procesos de degeneración y regeneración urbana, así como la construcción de valor y plusvalía, son claves para comprender los retos y oportunidades de la planificación urbana contemporánea.

Comprender la ciudad implica reconocer que no se trata únicamente de un espacio construido, sino de un organismo dinámico con múltiples escalas de interacción. Su configuración, responde tanto a la actividad económica que desarrolla la comunidad como a la historia, la cultura y las costumbres de sus habitantes. Estas dimensiones generan dinámicas urbanas, la aparición de nodos e hitos que estructuran la cotidianidad. Para analizarlas resulta imprescindible desagregar la ciudad por zonas, entendiendo cómo cada una de ellas se interrelaciona, en lugar de concebirla solo como una gran metrópoli, como ocurre en Lima Metropolitana.

Entender la ciudad también implica reflexionar sonbre el concepto de valor. Este no debe reducirse a precio o dinero, pues se compone de múltiples dimensiones y capas. El valor se construye a través de la comparación y se establece en el imaginario colectivo al evaluar la utilidad, atractivo, durabilidad, popularidad u otras características de un elemento.

Dicho elemento puede ser concreto, como un vehículo, una vivienda o un paisaje, o abstracto, como la bandera o el himno nacional. Este proceso de valoración es clave para la integración urbana y para identificar los fenómenos que permiten generar plusvalías y fortalecer el valor, entendiendo que este no siempre es cuantitativo.

DEGENERACIÓN URBANA
Uno de los principales problemas que enfrentan las ciudades latinoamericanas, y muchas del mundo, es que no han sido superposición de distintas culturas, épocas y sistemas económicos. De ahí que convivan huacas, aeropuertos, carreteras, zanjones y otras infraestructuras que producen fenómenos diversos y desencadenan procesos de degeneración urbana.

La falta de planificación ha provocado que la ciudad se construya sobre remiendos, deteriorando infraestructuras anteriores. Bajo esta premisa, la ciudad no puede considerarse perfecta, pues arrastra una serie de elementos que la han deteriorado con el tiempo. La regeneración urbana se presenta, entonces, como una necesidad. La degeneración, entendida como un proceso tanto físico como moral, constituye un aspecto esencial a reconocer, ya que las estrategias de identificación de valor en la ciudad deben contemplar ambas dimensiones.

Entonces, ¿qué elementos, en líneas generales, pueden deteriorar o explicar el deterioro de una ciudad? Si bien existen múltiples factores que influyen en este proceso, algunos de los más evidentes y comprensibles son los guetos urbanos, la teoría de las ventanas rotas y el alcance de la percepción humana. A ello se suman fenómenos como el aislamiento, las afecciones climáticas y geográficas, los problemas de infraestructura las incompatibilidades de uso las dificultades legales de saneamiento, las barreras urbanas generadas por grandes carreteras, así como una inadecuada distribución del suelo y de áreas verdes que afectan la accesibilidad peatonal. Todos estos factores generan respuestas emocionales que inciden directamente en la percepción de valor de un espacio, es decir, en la decisión de acudir o evitar determinados lugares según se perciban como seguros o amenazantes.

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